Se operó en consultorio informal. Extracción de tejido graso le costó la vida a Jackeline Kelly. Llegó
de Italia y se sometió a una lipoescultura aprovechando las bondades
del precio que le cobraron en un consultorio informal de Santa Anita.
Horas después, la peruana Jackeline Gisella Nelly Ortiz, de 32 años,
entró en coma por una infección generalizada y murió víctima de un paro
cardiorrespiratorio.
Los
responsables de la operación que consistió en la succión de tejido
graso en el abdomen fugaron. Se trata del anestesiólogo Jorge Ipanaqué
Anastacio, la enfermera Merci Melisa Osco y de un supuesto cirujano de
nombre Martín.
Jackeline
llegó a Lima el pasado 4 de julio tras permanecer quince años en Milano
(Italia). Lo hizo con sus hijos Tatiana (15) y Estefano (8).
“Vinieron
de vacaciones, recién en setiembre retornaban a Europa”, indicó su
madre René Ortiz Ortiz. Recordó entonces que dos amigas le recomendaron
el consultorio.
La ausencia de Jacquie
Tenía
una agenda apretada en Lima. Visitar a la familia, hacerse una
liposucción, concretar los trámites de divorcio y al vuelo regresar a
Milán, Italia, donde residía. Una amiga le recomendó a un supuesto
cirujano plástico. No imaginó que esa recomendación la llevaría a la
muerte.
Ya lo sospechaba René Ortiz, ese tal Martín Chumbile
no era de confiar. Le comentó sus reparos a Jacqueline Jisella Kelly
Ortiz, su hija, pero ella no quería perder más tiempo. Estaba en Lima
por sus vacaciones y tenía que hacer todo al hilo. Jacquie –como le
decían– estaba segurísima de que la liposucción la iba a dejar perfecta.
Su amiga Giovanna tenía un abdomen envidiable y, según ella, era
gracias a Martín. Ese odioso par de rollitos que la acompañaban desde
hacía varios años tenían que irse. Y si ese doctor sin consultorio ni
credenciales confiables podían devolverle la autoestima a una mujer de
32 años que fue madre a los 16, y que desde hacía 13 vivía en Italia
trabajando duro por sus dos hijos y con un divorcio a la vista, nadie
tenía derecho a oponerse. Al menos así lo había pensado Jacquie.
Por
eso buscó al tal Martín en una casa de Pamplona Alta y no se preocupó
de preguntarle su segundo apellido. Él en todo momento le dijo que era
cirujano plástico. Por eso también se dejó operar en el segundo piso de
una casa en Santa Anita en la que no había una sala de operaciones ni
los implementos mínimos para atenderla si es que algo salía mal. Y por
eso le creyó a él y a Jorge Arturo Ipanaqué Anastacio, un
supuesto médico que también estuvo durante las tres horas que duró la
liposucción. Ahora resulta que Ipanaqué no era un cirujano plástico.
Según el registro oficial del Colegio Médico del Perú es un
anestesiólogo. Jacquie les creyó además cuando al día siguiente de la
operación le dijeron que ya se podía ir a casa sin ningún problema y que
si sentía algún dolor tomara un par de analgésicos.
Familia destruida
A
Jacqueline nadie la obligó a operarse con dos desconocidos. Ella
decidió hacerlo porque confiaba en la palabra de una amiga. “Ella no se
operó porque le cobraron poco, los diarios que lo dijeron mienten. A mi
hija ese tal Martín le cobró 800 dólares, pero a ella no le importaba
eso, lo hizo por recomendación”, explica René. Se ofusca porque ha leído
titulares que ridiculizan a la mayor de sus seis hijos. Y más aún
cuando su nieta Tatiana lee esas frases y sus ojos se ponen tristes.
Tatiana no se lo dice porque a pesar de que solo tiene 15 años es una
chica muy madura. Pero René la conoce y sabe que aunque su nieta quiere
ser un ejemplo para su hermano Estéfano de ocho años, nadie puede
borrar las horas que pasó atendiendo a su madre después de la operación.
Las idas y venidas del baño, cuando la vio vomitar, cuando deliraba y
hablaba en español e italiano porque la infección se iba generalizando.
“Íbamos
a regresar en setiembre porque yo tengo que volver a clases y mi mamá
estaba arreglando todo para comprar una casa”, cuenta Tatiana. Dice que
la familia tendrá que estar separada por un tiempo, mientras la abuela
René resuelva si le da la custodia del más pequeño a unas hermanas que
viven en Italia y así pueda continuar su vida allá. Tatiana sí viajará
en setiembre a ese país para continuar estudiando. Pero una vez en
Milán –donde vivían– nada será lo mismo, ya no habrá nadie que le diga:
“Tatita, ven, siéntate a mi lado y dame un abrazo”.
Lo
que más rabia le da a la familia es saber que a pesar de que esos
supuestos médicos veían a Jacqueline empeorar después de la liposucción
no les recomendaron que la llevaran a un hospital. “Ese fue mi error:
confiar en ellos. A ella la operaron un miércoles a los ocho de la noche
y el jueves en la mañana ya estaba acá en la casa. En la madrugada del
viernes las cosas empeoraron, mi hija tenía fiebre y el estómago flojo,
llamó a esos médicos y vinieron, el tal Martín y el Ipanaque, pero solo
le dieron como diez sueros”, dice René. Ambos sujetos fueron a atender a
Jacqueline en su casa de San Miguel a las dos de la mañana del viernes.
Cuatro horas más tarde se fueron diciendo que los llamen si había
alguna complicación.
Claro
que la hubo. A las cuatro de la tarde del viernes Jacqueline ya había
entrado en un cuadro de shock. René no es médico pero no necesitaba
serlo para darse cuenta de que su hija se estaba muriendo. Llamó al tal
Martín y este se apareció en un auto. Ella le exigió que la lleve a una
clínica. “Señora, no se altere, por qué se pone nerviosa, es normal que
las pacientes reaccionen así después de una liposucción”, le decía
Martín a René camino a la clínica San Gabriel de la avenida La Marina.
Al
llegar, la señora René bajó del auto con su hija y mientras avanzaba
hacia emergencias, Martín huyó. Pasó solo una hora y Jacqueline no
aguantó más. “Shock séptico, me dijeron. Qué es eso, pensé. No lo podía
creer, mi hijita había fallecido”, cuenta. Por un momento René no se
aguanta las lágrimas , pero con una voz más fuerte dice: “Cuántas
jovencitas quieren operarse y se van con el primer impostor que les
ofrezca operarlas, tienen que tener cuidado. Como Jacquie tan linda y
graciosa y sobre todo fuerte, todos la querían y por la mala fe de unos
inescrupulosos ya no la tengo a mi lado”, dice.
A
René no le gustan las fotos, ni hablar con periodistas pero lo hace
porque tiene la esperanza de que así su caso se investigará más rápido y
los culpables serán encerrados. No solo fue la negligencia de hacerse
pasar por cirujanos plásticos, sino que dejaron morir a su hija. Ahora
la señora abraza a su nieta y nos despide, necesita descansar pues
mañana y los días siguientes debe seguir batallando para que la justicia
llegue.
“En un lugar adecuado, se eliminan los riesgos”
Andy
Wiegering, presidente de la Sociedad Peruana de Cirugía Plástica,
explica que los resultados de una cirugía de este tipo deberían ser 0%
mortalidad. “Las complicaciones en una operación de este tipo se deben a
causas externas como la intolerancia a la anestesia, una reacción a
cierta a droga o algún problema cardíaco oculto. Pero esos son los
riesgos que corre cualquier persona, si eres una persona sana con tus
chequeos al día y te operas en un lugar con garantías, no tendría por
qué haber consecuencias fatales”, dice. Lo primero que un paciente debe
hacer si desea someterse a una cirugía plástica es revisar los
antecedentes de su médico y del lugar donde se hará la operación. Esos
datos pueden conseguirse fácilmente en la página web del Colegio Médico
del Perú (www.cmp.org.pe) y en la página de la Sociedad Peruana de
Cirugía Plástica (www.sociedadcirugiaplasticaperu.com). Además existe un
estándar de pruebas pre y post operatorias que todo paciente debe
hacerse para determinar los riesgos de la operación. En el caso de una
liposucción, como a la que se sometió Jacqueline Kelly Ortiz, se
necesita como personal mínimo un anestesiólogo, un cirujano, un ayudante
y un instrumentista. Debe hacerse en una sala de operaciones pues se
requiere de una zona estéril.
Wiegering
cree que una de las razones por las que existen estos consultorios
informales es porque hace unos quince años era un “pecado hacerse una
cirugía estética”. La gente trataba de ocultarlo, y porque algunos
empíricos creen que pueden hacer cirugías por haber observado algunas.
Así forman equipos clandestinos y cobran precios por debajo del
estándar. En el caso de Jacqueline, Wiegering sospecha que las cánulas
con las que se extrajeron la grasa del abdomen de la víctima se fueron
hasta el intestino. Es probable que le hayan causado unos agujeros que
horas más tarde dejaron pasar los residuos contaminados al estómago y
produjeron la infección.
La investigación
El
caso de Jacqueline Kelly es investigado por la Divincri Este, en Santa
Anita. El supuesto doctor Martín Chumbile está como no habido. En su
domicilio en San Juan de Miraflores nadie sabe su segundo apellido y la
policía no ha podido encontrar su ficha en el Reniec. La única pista es
una foto que la familia de Jacqueline tiene. El otro médico, Jorge
Arturo Ipanaque Anastacio, tampoco ha sido ubicado. El departamento
donde le practicaron la liposucción a Jacqueline en Santa Anita era
arrendado por Melzy Meliza Huzco, una supuesta enfermera que
según la familia también estuvo presente en la operación. De ella, la
policía encontró un domicilio familiar donde su hermano recibió la
solicitud de la Divincri para interrogarla. Aún no se presenta. Ahora se
espera el pronunciamiento del Colegio Médico sobre Ipanaque, Chumbile y
Huzco. Aunque en los registros del CMP solo figura Ipanaque como
anestesiólogo. El jefe de Homicidios de Santa Anita, Julio Mauricio
Contreras, espera que esta semana concluyan las investigaciones y el
juez determine si procede una orden de captura para los involucrados.
Debería costar….
•
Una liposucción en una clínica puede costar hasta 4 mil dólares. Pero
un cirujano plástico particular que tenga una clínica puede cobrar hasta
2 mil dólares aproximadamente.
• Una rinoplastía puede costar unos 200 dólares.
fuente: La República.pe
foto:victorc4.wordpress.com